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(La) sacaojos ataca de nuevo.

Publicado: 2010-06-01

Disfrazado de médico, manejando una misteriosa camioneta, se desplaza el sacaojos por la ciudad, buscando a sus víctimas. De acuerdo a quienes han escuchado la historia, le acompañan un hombre negro y una gringa, que son sus cómplices. Por donde pasan, siembran el terror: un niño perdido fue encontrado sin ojos; un señor que se acercó a la misteriosa camioneta se despertó, horas después, con una horrible herida en su espalda y un riñón extirpado.

Si escuchas esta historia, si recibes este correo, circúlalo: es tu deber, como peruano; como padre o madre, como persona que defiende su barrio, su gente. Organízate, toma palos, haz una ronda, cierra la cuadra. Si ves al sacaojos ya la gringa malvada, no vaciles: actúa.

Pareciera Villa El Salvador, 1988, Ilave en el 2004, o Satipo en el 2009, pero es Miraflores en el 2010. Se difumina la diferencia cultural o de clase. El clima emocional es el mismo: incertidumbre, desconfianza, miedo del futuro. Ocurren cosas que no entendemos y el mundo parece estar fuera de nuestro control. Entonces, avistamos al enemigo malo, el causante de todos los males: el sacaojos, como antes el pishtaco y mucho antes el judío judaizante; la bruja, la gringa terrorista.

El fenómeno del sacaojos en el año 1988 generó más de una tesis de sociología y varias publicaciones. El rumor, en ese entonces, se explicó como la manifestación de un profundo trauma en las clases populares, que utilizaba como vehículo formal un artefacto cultural bien establecido: el mito del vampiro andino, o pishtaco. Distintos rumores y pánicos posteriores se han explicado en la misma forma: el linchamiento de Ilave, el andahuaylazo, Bagua. Siempre la misteriosa mentalidad andina, que acarrea el trauma de la opresión, encuentra avenidas para canalizar sus miedos en forma de una violencia que desestructura los mecanismos formales del Estado.

Lo irónico es que –en el caso Berenson- hayamos venido a descubrir que el pánico irracional no era exclusivo de los migrantes andinos empobrecidos. Los miraflorinos, criollos e integrados al Estado y sus servicios, tienen exactamente el mismo trauma irresuelto, el mismo discurso circular, la misma reacción de violencia.

El sacaojos o –en este caso- la terrorista peligrosa, es simplemente una metáfora para ciertos miedos y frustraciones, que son lo verdaderamente importante. Le tocó a Berenson aventurarse, sin advertirlo, en un campo minado.

Varios factores contribuyentes agravaron la situación: la prensa, con su enfoque sensacionalista; la ultraderecha, explotando su discurso antiterrorista; la torpeza de Berenson y sus defensores; y el silencio o la ambigüedad de los creadores de opinión moderados.

La prensa y las redes sociales se refirieron a Berenson desde el primer momento como “terrorista” y azuzaron a los vecinos de Miraflores : ¿Sabía Ud. que va a vivir con una terrorista?. El fujimorismo y la ultraderecha aprovecharon la oportunidad para atacar a Toledo, que venía subiendo en las encuestas. Los defensores estadounidenses de Berenson, fieles a su estrategia de 15 años, actuaron con una ignorancia y arrogancia ejemplares, como si Miraflores fuese un barrio más, y no el lugar marcado por la masacre de la calle Tarata. Por último, el hecho de que figuras de autoridad como Mons. Bambarén expresaran que Berenson “era un peligro” le permitieron a la población sentir que no había restricciones para expresar su miedo y su odio. Otra figura clave, el secretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Ronald Gamarra, publica un artículo el viernes 28, en plena crisis, pero sobre sus cavilaciones morales antes de un evento de su organización.

Con esa conjunción de factores, los escasos llamados a la racionalidad cayeron en saco roto. Berenson era una “asesina” a pesar no haber matado a nadie; una terrorista “no arrepentida” a pesar de haber expresado arrepentimiento en su juicio del 2002 y en su pedido de liberación condicional; y su liberación era, no un error de juicio, sino la demostración de una insidiosa conspiración.

El paso siguiente era la violencia, verbal y física, porque –como se ha visto antes- nadie objeta y más aún, parece lo correcto y patriótico. Las páginas de Facebook creadas  para repudiar a Berenson están repletas de llamados a la violencia. Por ejemplo, en “Yo tambien quiero que Lori Berenson sea expulsada del Peru” se leen los siguientes ataques, en su mayoría de hombres jóvenes: que le destruyan la casa, fantasea Ivan Yancarlo Mendoza el jueves 27,que la atropelle un carro, pide Renato Salas Saenz el viernes 28; que la quemen viva, exige Celso Javier Guzmán también el viernes 28; que la linchen, pide un tal Roberto Carlos Michue, el domingo 30; que la violen dice Roberto Sandro Yáñez Espinoza el lunes 31. La frontera entre la violencia verbal de quienes fantasean con actos que son de pronto posibles y no moralmente sancionados, y la física se hace tenue, como cuando un vecino confronta al padre de Berenson, incluso cuando este lleva a su nieto en brazos.

Parece un Ilave en cámara lenta. Pánico y linchamiento virtual en permanente escalamiento: van a salir más, van a meterse a la vida política, ya se están levantando de nuevo. Sólo durante el fin de semana, la intervención del ministro de Justicia, ofrece algunas salidas; y poco a poco en los medios y en la blogósfera empiezan a circular posturas como las de Mirko Lauer, Federico Salazar, Ricardo Vasquez Kunze y Silvio Rendón.

Como en el caso del sacaojos, luego de un tiempo, el pánico baja de nivel. Se comprueba que el rumor es falso: nadie conoce directamente al niño cegado, al hombre que perdió el riñón. El resultado neto, es por supuesto, como suele ocurrir con los pánicos, contraproducente: en lugar de cumplir un tiempo en libertad condicional y bajo vigilancia de la autoridad, se perfila la posibilidad de que la pena se le conmute por completo y disfrute de libertad plena en su país.

Será que estamos atrapados en ciertas mentalidades propias de la pobreza; será que carecemos de instrumentos simbólicos, de imágenes y discursos para procesar nuestros traumas; que la sombra colonial del enemigo malo y la posibilidad no menos colonial de la hoguera son una permanente opción que falsea nuestra supuesta modernidad?

Fuente de la imagen.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva