#ElPerúQueQueremos

Si mi hija me pregunta, le diré que Suarez hizo trampa.

Publicado: 2010-07-03

Mis amigos peruanos y latinoamericanos están unánimemente felices por la dramática victoria de Uruguay ante Ghana. En mi perfil de facebook, apenas segundos después del final, yo mismo saludé a Suárez con un emocionado carajo.

Mis amigos europeos y estadounidenses no están tan felices. Una amiga me escribe desde La Haya: “fue un robo”. Otra, que trabaja en Lima, dice “juego soccer desde los 6 años y lo primero que aprendes es que no se usa la mano”. En el blog de fútbol del New York Times se dice que el castigo por la mano debía haber sido declarar el gol como válido y punto.

¿Será que la convicción moral de los latinoamericanos es el todo vale con tal de ganar? ¿Será que hay una correlación entre solidez ética y progreso ciudadano? ¿Por qué celebramos a mano de Dios de Diego y la mano de Dios de Suárez, si sabemos que fueron trampa?

¿Todo vale?

La respuesta corta y larga es no. Ni siquiera si haciendo trampa se logra el resultado. Ni siquiera si nadie te ve. Una trampa es una trampa y tú lo sabes. No está bien hacer o evitar un gol con la mano, del mismo modo que no está bien traicionar a tu pareja, copiar en el examen, cometer un crimen para ganar una guerra.

Si mi hija de 7 años me pregunta, le diré que Uruguay hizo trampa.

Pero, por ahora, espero que no me pregunte.

Porque creo que hay una (y sólo una) forma ética de hacer trampa: aceptando las consecuencias. Si por cualquier razón decides que el fin justifica los medios, tienes que estar dispuesto a pagar tu pena sin chistar. Que te multen, que tu pareja rompa contigo, que te muestren la tarjeta roja. Al aceptar el castigo sin chistar, se preserva el orden moral básico que dice que las reglas se respetan. Una cosa es romper la norma una vez; otra –mucho peor- es seguir rompiéndola: lo inaceptable es la impunidad, la falta de vergüenza de pedir amnistía. Tengo una amistad cuyo hermano resultó involucrado en un fraude. Decidió colaborar con la justicia, pagó una multa y fue a la cárcel. Es la única manera en la que pudo mantener el apoyo de su familia.

Por eso lo de Suárez –pese a todo- merece mi admirado carajo. Porque hizo trampa, pero con esa cosa trágica, fatalista, uruguaya, de ser un país chico pero una nación grande; con esa cosa indefinible que tenían Artigas y Zitarrosa; eso que pone en su himno no glorias inmarcesibles, ni humilladas cervices sino un contundente “Tiranos temblad”, Suárez hizo trampa abiertamente, en la cara del árbitro, y se fue sin chistar. Llorando, humillado, con la cabeza baja, aceptando el costo para él (puede que lo suspendan hasta por los dos partidos que quedan) y para su equipo, como tenía que ser. Fue una trampa y, a la vez, un sacrificio.

Entonces, ¿está bien hacer trampa, papá? No, no está bien. Nunca lo hagas. Pero si alguna vez haces trampa, que sea como Suárez.

Fuente de la foto, aquí.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva