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Un muchacho de 15 años en la Revolución de Trujillo (1)

Publicado: 2010-07-09

Como anticipaba en la nota anterior, intentaré corregir, aunque sea en forma simbólica, el olvido en el que está la insurrección de Trujillo de 1932, publicando parte del testimonio de Clodomiro Cueva Luján, quien a los 15 años –junto a sus familiares- defendió la ciudad hasta el final.

El texto ha sido escrito por el mismo Clodomiro como parte de unas memorias más amplias. He hecho algún trabajo de edición, verdaderamente mínimo, para facilitar la lectura.

Tengo una razón especial para reproducir este testimonio: las memorias de ese muchachito han sido parte fundamental de mi manera de ver la historia y a mi país. Clodomiro, excombatiente del 32, niño soldado, aprista de siempre, es mi abuelo y en unas cuantas semanas cumplirá 95 años de vida o -como el suele decir- “vida, vida, vida, vida…”

Sin más preámbulo, los recuerdos de Clodomiro Cueva.

Mi llegada a Trujillo

Al cumplir 12 años de edad, pese a que era yo su hijo mayor y brazo derecho en su trabajo de panadera, mi madre, Joaquina, se sacrificó enviándome de Salpo a Trujillo, para terminar el cuarto y quinto de primaria, que cursé en el centro Escolar Nº245.

Tomé como pensión la casa de mi tía, Genara Lujan, hermana de mi madre. Esta tía se había quedado viuda con dos hijos, mi prima Yolanda y Segundo Caballero Lujan, todavía chicos. Mi tía era de oficio pantalonera, de una de las sastrerías de Trujillo. En las tardes después de salir de la escuela, ayudaba a mi tía a hilvanar las costuras de los pantalones y con el tiempo aprendí más los secretos de hacer pantalones.

Pero esto solamente fue por un año. Para el siguiente año mi madre consiguió mi pensión en la casa de su otro hermano, Víctor Luján, quien era casado con mi tía Encarnación Vargas, una buena esposa. Vivían con sus padres, en la “Puerta‘e Sierra” hoy Jirón Unión.

En esta pensión terminé quinto año de primaria  y con el permiso de mi madre me quede en Trujillo para trabajar, iniciándome en la compra y venta de gallinas, esperando los camiones que llegaban de Otuzco, Usquil y otros lugares de la región. En esta actividad permanecí hasta el mes de diciembre de 1931.

La navidad sangrienta

En diciembre como es de costumbre se recuerda el nacimiento del niño Jesús. Para esta celebración el Partido Aprista Peruano, organizó una chocolatada para después de la misa del gallo que debía celebrarse en la iglesia San Agustín, por estar muy cerca al local partidario.

Como buen católico acudí temprano para ubicarme en la parte delantera de la iglesia. El día 24 de diciembre, siendo las 11 de la noche antes de comenzar la misa, repentinamente interrumpe un pelotón de Guardias Civiles y comienzan una balacera en el interior del templo, matando a 25 personas entre hombres, mujeres y niños. Yo atiné a esconderme debajo de una banca hasta el siguiente día cuando, muy temprano, los padres del convento nos hicieron salir ordenadamente del templo, no sin que antes nos echaran sus bendiciones con agua bendita. Inmediatamente me dirigí a mi pensión, al llegar mis familiares se alegraron de verme sano y salvo.

Comienza la revolución

Continuando con mi trabajo, conseguí un pequeño capital y me establecí en el mercadito de La Unión con un puesto de menestras. En este trabajo permanecí hasta el mes de julio, fecha de la Revolución de Trujillo.

En la madrugada del día 7 de julio, toda la población se sorprendió por el traqueteo de ametralladora, descargas de fusil y explosión de dinamita en el cuartel del ejército O’Donovan, que fue atacado por un grupo de trabajadores de la hacienda Laredo, armados de machetes y unos pocos fusiles obsoletos, al mando del “Búfalo Barreto”. Este personaje era líder del Partido Aprista en la hacienda mencionada y preparó el asalto del cuartel.

Pero en la toma de la sala de armas del cuartel, una bala alcanzó al Búfalo Barreto, cayendo fulminado. La revolución desde ese momento quedaba sin dirección, pero los valientes luchadores hicieron prisioneros a los 76 oficiales de distinta graduación incluyendo el comandante general, jefe del cuartel.

Origen del nombre “Búfalo”

Ahora relato quien era el “ Búfalo Barreto”: este humilde transportista tenía un camioncito para transporte de pequeña mercadería de Salaverry a Trujillo, para la casa Grace y Hart, empleando como ruta la playa entre Buenos Aires, Las Delicias y Salaverry.

Cierto día el Búfalo Barreto entró a la playa en llena y una gigante ola se tragó a su camioncito, que tenia el nombre de “Búfalo”. Así, se quedó sin su herramienta de trabajo y sustento. Pero con ayuda de sus numerosos amigos y compañeros, adquirió otro camión que le puso por nombre “Volveremos”. Esta es la historia para los que no conocen de donde viene  la chapa de los “Búfalos” apristas.

Organización de la revolución

Enterados los dirigentes Apristas de la Libertad del alzamiento, inmediatamente se hicieron presente y tomaron la dirección de la revolución, nombrando como jefe a Agustín Haya de la Torre y como asesores a los demás directivos del partido. Dispusieron también que todos los oficiales presos, pasaran a la cárcel central bajo la dirección del  nuevo alcaide nombrado por el nuevo comando.

El prefecto de la libertad, había huido dejando el local a merced de los revolucionarios, que fue tomado y de este local se impartían todas las ordenes para la defensa de la ciudad. Se nombraron piquetes de voluntarios que eran por cientos que se hacían presente para participar en la defensa, recibiendo fusiles.

La ciudad se suma a la revolución

Por esa fecha yo tenia 15 años de edad y -por curioso e inquieto- también me hice presente en la prefectura, recibiendo el cargo de “ capachero” entre risas y burlas de los licenciados y examineros, que recibían órdenes con fusil al hombro, para defensa de la ciudad. Yo era el encargado de llevar alimentos y agua a los compañeros que estaban preparando las trincheras a las entradas de la ciudad, trabajo que cumplí a cabalidad, recibiendo mi respectivo rancho.

Para la defensa, mis tíos tomaron sus respectivos puestos, armados de fusil y pertrechos de municiones, mi tío Gerardo Lujan, cadete de la Escuela Superior de Chorrillos, se encontraba de vacaciones en su tierra, Trujillo. Al enterarse los revolucionarios, lo nombraron instructor para la enseñanza del manejo de los fusiles tomados en el cuartel.

Los combates

Al tercer día de la revolución comenzaron los bombardeos de la ciudad por la fuerza aérea. Los compañeros nos enseñaban a tirarnos al piso junto a cualquier pared. Por la noche comenzaron  a llegar los primeros combatientes de parte del gobierno, de los cuarteles del norte, Pacasmayo y Chiclayo. Sin embargo, al entrar por la portada de Mansiche fueron dispersados, después de librar un combate encarnizado con los estudiantes San Juanistas que -apostados en los ficus de la avenida Mansiche- impidieron su entrada y causaron con fuertes bajas en los invasores.

Al cuarto día desembarca en Salaverry el regimiento Nº 11 de infantería traído en el “Grau” de los cuarteles de Lima. También el “Grau”, para sembrar pánico, hacía disparos de cañón, pero felizmente no apuntaban a la ciudad. Por la noche, hora escogida por los invasores, el regimiento se dirigió a la ciudad en tren, pero fueron atacados antes de llegar a La Floresta.

El regimiento se dividió en dos secciones: una para entablar combates en La Floresta y otra sección para entrar por la calle El Palmo (hoy Arequipa). En estos lugares se entablaron combates muy encarnizados. Yo me encontraba a las 10 de la noche en El Palmo para defender la ciudad.

El ejército invasor después de recibir un gran revés, tuvo que ingresar a los cañaverales y sembríos de la hacienda Laredo. Allí, la mayor parte fueron alcanzados por las llamas, prendidas por los defensores. Luego, los soldados recibieron refuerzos y pudieron ingresar a la ciudad. Yo alcancé a refugiarme en la sastrería “Valentino” donde permanecí hasta el siguiente día, cuando salí a la calle muy temprano espectando por las calles cientos de cadáveres de ambos lados. Una verdadera carnicería. Me encaminé a mi pensión de donde no salí sino hasta después de varias semanas.

(Sigue)

El enlace reproduce la cancion "7 de julio", narración popular trujillana sobre la revolución.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva