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Un muchacho de 15 años en la Revolución de Trujillo (2)

Publicado: 2010-07-09

El pueblo trujillano es masacrado

La prefectura ya había sido tomada. El jefe de la revolución, Agustín Haya de la Torre, había tomado rumbo desconocido y la orden fue “salvese quien pueda”. Mis tíos tomaron la ruta del río Moche, con dirección a Salpo.

En mi pensión, todo era tristeza. No se sabía de los que huyeron y, en las noches, las fuerzas de gobierno ingresaban a las casas en busca de ciudadanos; hombres que hayan participado en la revuelta o no: si los encontraban, los llevaban a la prefectura, donde eran juzgados y sentenciados a muerte, para ser fusilados en Chan Chan. Ahí, les hacían cavar su propia sepultura. La corte marcial fue presidida por el General Vinatea quien mandó fusilar a 6,000 personas, la mayor parte inocentes no combatientes, solamente por el hecho que Trujillo era aprista.

Los combatientes buscan refugio

Cierto día decidí dirigirme a la prefectura. Había noticias que en la pared había listas de los sentenciados a muerte que no estaban habidos, para ser buscados y apresados en cualquier parte.

Efectivamente encontré las listas, pero con mucha dificultad para acercarme al sitio de la publicación. En la lista figuraban los nombres de mis tres tíos Víctor, Gerardo y César Lujan. Este último fue el alcaide revolucionario. También me grabé en la cabeza varios nombres entre ellos Néstor Alegría, Ramón Echevarría, emparentado con principales familias de Trujillo. A estos señores los encontré mucho después en mi trabajo de transportista con otros nombres. Luego de identificarnos, seguían recibiendo por mi intermedio los diarios clandestinos que editaba el partido. También encontraría a los hermanos “Colchón Torres”, refugiados en las salinas de Chau. Después, uno de ellos llegó a ser subprefecto de Trujillo y su hijo el “Colchon” Jorge Torres Vallejo, Alcalde de Trujillo y diputado por la Libertad.

Después de una semana de haber obtenido los datos en la prefectura me propuse hacer un viaje a mi pueblo, sabia que mi madre estaba desesperada por tener noticias mías.

Muy temprano, un día lunes, me puse a esperar cualquier vehículo que saliera de la ciudad y se presento la oportunidad para viajar en un camión que salía a Huamachuco. Con mis ruegos, me embarcaron encima de la carga del camión, llegando a Agallpampa a las 4 de la tarde. En este pueblito tenía a mi tía Carmen Lujan, prima de mi madre y su esposo, Benigno Sánchez, una excelente persona, quien me recomendó tener mucho cuidado: el tiempo  era malo, por todo lo que paso en Trujillo.

Protegidos por su pueblo y sus familias

Inmediatamente salí de este pueblo rumbo a Salpo, llegando a las 8 de la noche, mi madre de alegría lloraba  abrazándome. Luego se presentaron mis tíos Víctor, Gerardo y César Luján, que se encontraban en casa en calidad de refugiados. Ansiosos de noticias, me bombardeaban de preguntas sobre la familia, informándoles que todos estaban buenos, solamente con la preocupación de no saber nada de ellos.

Les informe de su situación, para que tomaran medidas de su seguridad, llegando a la conclusión que se sentían seguros: en Salpo todas las autoridades eran una sola familia y contaban con la ayuda de la Sra. Julia Orbegoso en la oficina de correos y telégrafos, que era la única vía de noticias.

Ya habían experimentado el apoyo del pueblo días atrás: el subprefecto de Otuzco, que era también familia -el tío Arturo Vereau- había pasado un telegrama anunciando que salía una pareja de guardias civiles al pueblo, para investigar si había refugiados de la revolución de Trujillo. Así que inmediatamente cambiaron de casa en las parcelas que tenían nuestros familiares, entre ellos mi bisabuelo Lujan que era juez de paz. Esta situación duró por meses. Luego, partieron con rumbo a Trujillo y de esta ciudad a Lima, donde fijaron su residencia y trasladaron al resto de familia, ya a salvo de la pena de muerte a que fueron sentenciados. Yo regresé a Trujilllo para seguir  trabajando.

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La fuente de la imagen, aquí, en una página aprista que protesta contra el olvido del 7 de julio por parte de la actual dirección de su partido.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva