#ElPerúQueQueremos

Arte degenerado

Publicado: 2010-07-21

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A juzgar por lo que dice artista en un mal día, el Perú es un país poco interesado por el arte y la cultura; un país que no lee, que maltrata a los creadores o que los descubre sólo cuando reciben una distinción internacional.

Sin embargo, ¡paradoja!, parece que el Perú es un país preocupadísimo por el arte… cuando este hace públicos nuestros traumas. El reciente caso del pánico miraflorino por la bandera adornada con el ícono creado por Cherman, trae a la memoria el caso de Piero Quijano, cuya versión irónica de la famosa imagen de Iwo Jima trasladada al Perú fue censurada por el Instituto Nacional de Cultura en 2007 y –antes- el de Jorge Miyagui, cuyo “Kimono para no olvidar” fue censurado en el 2003 por el Centro Cultural Peruano Japonés.

En épocas peores, la censura ha tenido consecuencias más trágicas. El ejemplo más doloroso es el de la injusta prisión de Alfredo Márquez, que estuvo 4 años en la cárcel, sentenciado por un tribunal sin rostro por su supuesta participación en una organización terrorista. ¿La prueba reina? Su obra “China Chola”, que representaba a Mao Zedong con los labios pintados a lo Marilyn Monroe.

Al paso que vamos, el Perú está creando un catálogo de obras censuradas, repudiadas o destruidas, si pensamos en “El ojo que llora” de Lika Mutal y el monumento en honor a la verdad y la reconciliación, de Jaime Miranda Bambarén. Una larga lista de obras arrancadas de cuajo a lo largo de los años por una mezcla de miedo e intolerancia.

Parece –me sugiere un buen amigo- una versión criolla de lo que hicieron los nazis con el arte moderno, que consideraban una afrenta a su clasicismo de opereta: expropiarlo y presentarlo en una gran exposición con el degradante nombre “Entartete Kunst”; arte degenerado.

La censura contra el arte en el Perú es múltiple. Puede venir de la sociedad, como ocurre con los vecinos de Miraflores, de una institución privada o del Estado. Puede enmascararse con un supuesto marco legal, como lo hizo Fujimori; o con la oscuridad de la noche, como en el caso del alcalde que destruyó el monumento.

Pero lo que todos esos ataques contra el arte tiene en común es la táctica de culpar a la víctima. ¿A quién se le ocurre poner un rostro de Túpac Amaru en la bandera nacional? Una presentadora de televisión reflexiona candelejonamente en voz alta mientras el video muestra el arbitrario arresto de Fernando Iyo: “Habría que ver de qué se le puede acusar a este sujeto”. Servicial, el tonto que la acompaña, agrega que el arrestado debe ser “un provocador” que está “dándosela de interesante”.

Sospecho que tienen razón este par de bobos, pero no en la forma en que ellos creen. Los artistas peruanos son bastante provocadores. Fueron ellos los que hicieron el “Arte en papel moneda” en los años de la hiperinflación, y fueron ellos también los que intervinieron las cajas de Leche Gloria Evaporada en la época de la masacre de La Cantuta con la frase “gente evaporada”. Y fueron también ellos quienes inventaron el “Lava la bandera” y el “Muro de la vergüenza” durante la transición. Y cuando otros se pusieron de perfil frente al legado de la CVR, han sido artistas plásticos peruanos quienes han recorrido el país con el museo itinerante “Arte por la memoria”.

Tanto así se merecen el espanto de los tontos, que propongo que se ponga en evidencia la farsa. Hagamos una gran exhibición sobre el arte que ha sido censurado, mutilado y perseguido en el Perú; una presentación que desnude la maquinaria mediática para producir sicosociales, que enfrente maduramente nuestros traumas y que explique por qué el discurso de los artistas es indispensable para desmontar el miedo.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva