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En la haragana mente de la Inquisicion.

Publicado: 2011-02-25

Hay una visión del mundo en la que todo lo que ocurre en la esfera política es el resultado de una conspiración malévola: un plan perfecto, cuidadosamente preparado e implementado por agentes ocultos.

Regímenes paranoicos de izquierda y derecha recurren a esta explicación haragana de las cosas para justificar sus fracasos y reprimir a sus opositores. No debería parecernos ridículo que Gadafi culpe a la droga y a las cadenas televisivas por la revuelta contra su tiranía; al fin y al cabo, en los años ’30 Stalin “explicaba” la ineficacia de su sistema económico por el sabotaje perpetrado por un supuesto grupo formado por trotskistas y nazis. Y, sin cambiar de continente, en los años ’70, los militares latinoamericanos veían en todas partes al “enemigo interno” que infiltraba la nación con “ideas extranjeras”, que debían ser reprimidas.

En ausencia de un análisis trabajoso y capaz, las supuestas conspiraciones del enemigo oculto le hacen la vida más fácil a proyectos políticos inspirados más en el miedo que en las ideas. Para algunos miembros del “Tea Party” de Estados Unidos, es  perfectamente creíble que Obama sea –en realidad- un ciudadano indonesio, musulmán, infiltrado en el poder para instaurar el socialismo y destruir la economía de mercado.

Para cierta izquierda automática, las cosas son idénticas. La Casa Blanca está detrás de todo. Los procesos sociales en cada país son irrelevantes; la gente, sabiendo o no, es una mera ficha en el ajedrez de un jugador omnisciente. ¿Insurrección en Egipto? Sin duda, las ONGs auspiciadas por los gringos andan atrás. ¿La insurrección es reprimida? Los gringos la quieren destruir. ¿La revolución parece triunfar de la mano de El Baradei? Debe ser un agente americano. ¿Triunfa la revolución de la mano del ejército? Han de ser sirvientes del yanqui. Y así un largo y predecible etcétera. ¿Se esconde Mubarak en su casa de playa? Lo protegen los americanos. ¿Exige justicia el pueblo egipcio? Sin duda que las ONGs pro-americanas están alrededor.

Para estas visiones haraganas del mundo, los wikileaks son una fiesta. Ahí, por fin, debería encontrarse la pistola humeante que demuestre la infinita habilidad de los Estados Unidos para manipular, orientar, causar todo movimiento político de alguna relevancia. Para estos analistas de pacotilla, la gente que salió a la calle en la Marcha de los Cuatro Suyos, no causó cambio alguno, y los movimientos de derechos humanos no son más que un apéndice de la embajada americana.

Pero ¿demuestran los wikileaks la multiplicidad de exitosas conspiraciones yanquis? ¿Será que la radiografía de los cables diplomáticos muestra una mente maestra poseída de una visión perfecta de las cosas, previendo todo, organizando todo, logrando cada uno de sus objetivos?

La verdad, no. Lo hacen notar varios analistas estadounidenses en el New York Times hoy, al notar que –incluso en una región prioritaria para la inteligencia americana- la Casa Blanca ha sido cogida por sorpresa por levantamientos sociales masivos.

Los wikileaks sólo nos revelan que la enorme maquinaria del servicio exterior americano es muy buena para acumular información, pero no siempre para analizarla: funcionarios de bajo nivel escriben cables que a veces ni el mismo embajador lee, adornan sus reportes para lograr algún tipo de resonancia, o bien, acomodan la realidad a lo que creen que sus jefes esperan. Una burocracia como tantas otras, que avanza dando palos de ciego.

Esto no es para disminuir la importancia de esa filtración. El hecho de que haya ocurrido agrega certeza a la visión de una potencia cuya capacidad de control político y militar de diversos escenarios sufre una lenta e inexorable erosión. Igualmente, expone las prácticas de doble faz de líderes políticos que dicen una cosa en los medios y otra al oído de un funcionario americano. Pero, en general, la importancia informativa de los cables no radica tanto en su novedad, como en la capacidad de agregar contexto a las cosas, y poner en duda, por su ambigüedad y carácter tentativo, precisamente a las teorías facilistas de la conspiración.

Pero esta invocación al buen sentido, amigo lector, es una soberana pérdida de tiempo. Las teorías conspirativas tienen –entre nosotros- un viejo antecedente. No en vano metió la Inquisición a la hoguera limeña a presuntos judíos judaizantes, barraganas del demonio y herejes luteranos. Dicen los libros de historia que la Ilustración liberal abolió la Inquisición durante la independencia americana, pero omiten decir que lo abolido fue la institución, no la mentalidad.

La fuente del video no es -aunque parezca- un blog paranoico peruano, sino el genio inmortal de Monty Python. Al fin y al cabo, nadie se espera jamas a la Inquisicion Española.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva