#ElPerúQueQueremos

David Galliquio -

El argumento de los animales

Publicado: 2012-03-24

Recordarán Uds. que cuando Mario Vargas Llosa decidió apoyar la candidatura de Ollanta Humala, las mismas voces de quienes lo adularon cuando recibió el Nobel, pasaron a insultarlo con la mayor bajeza. Las redes sociales se llenaron de la procacidad fácil que se escribe en un segundo y se envía con un clic. Ahora que el escritor ha firmado un manifiesto a favor de la fiesta taurina, ha vuelto a convertirse en el depositario de la furia trivial de la ciber-manada.

Alguien reacciona diciendo que Vargas Llosa “es un anciano decrépito, ya le queda poco tiempo afortunadamente”, expresa la fantasía de que muera y renazca en toro para ser torturado y culmina con esta valiente estupidez “¡Que no descanse en paz Vargas Llosa cuando llegue su hora!”; otro le llama “resentido social”; no falta el que le espeta un tradicional “conchesumare” y el que refina el insulto con el fulminante término “caviar”.

Pero no todo se queda en la pedrada virtual. Como la respuesta más lógica a un manifiesto firmado por intelectuales protaurinos debe de ser pedirle su opinión a un intelectual antitaurino, los que buscan criminalizar la tradición le piden su opinión al renombrado cantautor Salim Vera, quien responde con esta joya del pensamiento:

''Es fácil hablar cojudeces incluso para estos 'intelectuales' que con el floro de la 'tradición' justifican el asesinato de animales, tradición mis huevos, me cago encima de lo que llaman 'arraigo popular' y en todo caso me cago también en el Perú criollo, mestizo y andino si de defender a los animales se trata, me gustaría que esta sarta de idiotas se pusieran un día en el papel del toro, que fueran acuchillados torturados y maltratados hasta morir, ¿Cohesión? ¿Integración? ¿Cultura? No gracias, no necesito asesinar animales para integrarme y/o cohesionarme socialmente ni culturalmente.”

Cuando el Sr. Vera dice que es fácil hablar cojudeces, imagino que hace honesta alusión a sus inmortales composiciones, cuya fuerza lírica puede constatar cualquiera que las lea en este enlace. En todo caso, como este vate, la mayoría de los antitaurinos ha decidido convertir el insulto y la fantasía sangrienta en su argumento de fuerza.

Ya lo he dicho varias veces: en el Perú hay una fatídica tendencia al comportamiento de jauría, al linchamiento contra un monstruo de turno. Dependiendo de la noticia, ese monstruo puede ser una muchacha cuyo enamorado se cayó al abismo o una presa que cumple su condena, una pareja homosexual o cualquier otro que la opinión mayoritaria considere un desviante y consagre como depositario de una violencia aceptable. Anteayer, Lori Berenson; ayer, Rosario Ponce, hoy los toreros.

Cansa el permanente estribillo soez, y la reiterada fantasía que invierte los roles del toro y el torero. ¿Es que no hay otros argumentos para dar el debate ético y legal sobre la tradición taurina? En Cataluña, el parlamento decidió al voto la prohibición de las corridas luego de un debate en el que cada parte dio su voz, invitó a expertos y preparó proyectos de ley alternativos. En Colombia, igualmente, la Corte Constitucional prohibió la expansión de las corridas a los lugares donde no exista la tradición, respondiendo a una acción de inconstitucionalidad presentada por los antitaurinos.

¿Es mucho pedir que el debate ocurra con razones? ¿Qué no se responda a un manifiesto con un cargamontón? Sospecho que la absoluta mayoría de quienes hacen un clic para divulgar su escupitajo siguen la faena diaria con un banquete de comida rápida, cortesía de la industria agropecuaria que trata a los animales de granja como minifábricas de carne y grasa. A estos antitaurinos de escritorio no les importa –en realidad- el buey castrado y maltratado que mastican en su hamburguesa, y tampoco el soberbio animal que muere en una plaza; simplemente buscan un referente externo que les permita disfrutar de una fugaz virtud farisea, arrojando la piedra al pecador de turno.

El pionero Peter Singer dice en "Liberación animal" que protestar contra las corridas de toros mientras se sigue comiendo huevos de gallinas que pasan sus vidas aglomeradas en jaulas "...es como denunciar el Apartheid en Sudáfrica pero asegurarse de que los vecinos no le vendan casas a compradores negros." La hipocresía es demasiado evidente, pero hay quienes la reafirman con el argumento que lo que ocurre en los camales no se celebra en una fiesta: Dios perdona el pecado, pero no el escándalo.

Para que quede clara mi postura, soy taurino. Lo soy por tradición familiar, porque sé que es difícil serlo de otra manera. Mi abuelo me llevó de chico a los toros, del mismo modo que me enseñó a apreciar el boxeo. Ni la fiesta brava ni el boxeo son las aficiones más políticamente correctas del planeta. Más aún, están tan basadas en atavismos y patrones culturales del pasado, que debería ser fácil derrotarlas en un debate de argumentos racionales. No pienso llevar a mi hija a una plaza de toros; la afición familiar, muy probablemente, morirá conmigo, y no creo que sobreviva por muchas generaciones más: morirá por falta de publico, y la civilización buscará sus diversiones en el pacífico espectáculo del fútbol o en la solemne cacería de rebajas.

Pero, dicho eso, no puedo dejar de protestar contra la hipocresía, la arrogancia y la ignorancia de quienes reemplazan un argumento, que podría resultar en una obvia victoria, con la procacidad que destruye en un instante su supuesta superioridad moral.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva