#ElPerúQueQueremos

Basadre agredido.

Basadre, agredido.

Publicado: 2012-06-07

Cada cierto tiempo, en el Perú, quienes mandan recurren a la violencia. Es una violencia "naturalizada" y "pedagógica. Naturalizada, porque se entiende como normal: “va a tener que haber más muertos”, escupe Lourdes Alcorta; pedagógica, porque se aplica para que aprendan quién manda: retroceder es hacer que a uno “le pierdan el respeto”, rezonga Aldo Mariátegui.

Los violentos en el poder, sin embargo, saben que a su fuerza deben agregar un barniz de legitimidad. En la épocas oligárquicas, cuando había una intelectualidad orgánica a la dominación, no les era difícil recurrir al pensamiento conservador.

Pero el Perú ha cambiado, y la derecha de hoy no tiene intelectuales; de hecho, es una derecha filistea, enemiga del pensamiento, que ha convertido la palabra “académico” o "intelectual" en insulto o mofa.

¿Entonces, cómo se adornan? ¿Cómo enmascaran el palo policial, la violencia de su endeble dominación?

No les queda otra que recurrir a la imitación huachafa del pasado; a la cita que un asesor mal pagado arranca de un libro mal leído. Algunos todavía recordamos cómo, en 1997, en los vapores del poder y del alcohol, Enrique Chirinos Soto se atrevió a citar a Francisco de Paula González Vigil y gritó “¡Yo debo acusar; yo acuso!” para separar del Tribunal Constitucional a los magistrados que no eran funcionales a la dictadura fujimorista.

Para no ir tan atrás, habría que recordar al Sr. Ollanta Humala mezclando estrepitosamente a Sócrates, Platón y Aristóteles en un discurso que –por lo enrevesado- parecía, más bien, una enigmática sentencia de la Sibila de Delfos.

Ahora, el Sr. Valdés, Primer Ministro, cita a Basadre al mismo tiempo que se niega a hacer política, esto es, crear acuerdos, y prefiere usar la represión y la satanización. Enfrentado al monumental ensayo “La promesa de la vida peruana”, el Primer Ministro arranca a la mala el penúltimo párrafo; la bien conocida catilinaria del maestro tacneño contra las élites peruanas.

En la época de gobierno por twitter no hay manera de extraer de quienes mandan un pensamiento de más de 140 caracteres. Así que sólo se puede inferir que Valdés habla de los dirigentes de las protestas sociales que cuestionan el modelo de desarrollo que se ha impuesto en las últimas décadas. Podridos, Congelados, Incendiados destruyen el país, cita el Sr. Valdés, en lo que parece más una acumulación de adjetivos que un razonamiento.

Basadre, por supuesto, separaba a los Podridos, Congelados e Incendiados, en tres tipos distintos. Los Podridos son los corruptos, los ideólogos falsos, que encubren sus ambiciones menudas con grandilocuencia, y mantienen al país en la permanente frustración. Los Congelados son completamente distintos: les importa poco lo que ocurra, aislados en el pequeño círculo de los privilegiados, y no se dignan siquiera en dirigirse al resto. Los Incendiados son los que se rebelan contra los dos anteriores, pero cegados por la rabia estéril, desperdician su energía en violencia, incapaces de construir patria.

Es significativo que el Sr. Valdés unifique los calificativos que Basadre separaba.

Sólo hay dos explicaciones posibles: la primera es que él mismo no las ve como tipos separados. Al fin y al cabo él representa bien los deméritos de las tres categorías: el acomodamiento de los podridos, la soberbia de los congelados y la matonería de los incendiados. En esta interpretación, lo de Valdés es casi una confesión de parte, o un acto fallido. La segunda explicación es que ve las categorías como fusionables porque su jefe, el Sr. Humala demuestra que se puede pasar de Incendiado a Podrido en cinco años, y de Podrido a Congelado en cinco meses.

Afortunadamente, para el Perú, tenemos a Basadre.

Lo mejor que puede ocurrir como resultado del intento del Primer Ministro de adornarse, es que leamos “La promesa de la vida peruana” y saquemos nuestras propias conclusiones. Al fin y al cabo, para llegar a ese penúltimo párrafo, Basadre hizo un recorrido por toda nuestra vida republicana, bajo la urgente exigencia de un mundo que luchaba a muerte contra el fascismo (“La promesa…” fue publicada en 1943, cuando la guerra en Europa y el Pacífico aún no estaba decidida).

Basadre era un enemigo de los extremos. No ocultaba su escepticismo frente a los indigenistas que pretendían mantener el Ande en un supuesto estado original, intocado por el progreso; pero igualmente decía que el progreso no podía apoyarse en el látigo de quienes veían el país como una hacienda. Criticaba Basadre a los tecnócratas, y les recordaba que “…no habrá verdadero Estado eficiente, ni habrá país cabalmente desarrollado si el pueblo es descuidado.” Alertaba Basadre a quienes reducen los males del país a una mala distribución, y recordaba que debía haber también mayor producción.

Hacía la siguiente admonición, que debería ser recordada siempre por quienes pretenden gobernarnos:

“Comandar no es sólo impartir órdenes. Es preparar, orientar, comprender las situaciones que han surgido y adelantarse a las que van a surgir, unir a la fuerza de la voluntad el sentido de la coordinación, vivir con la conciencia del propio destino común, sentir la fe en lo que puede y debe ser, en aquello por lo cual es urgente vivir, y por lo cual, cuando llegue el momento, es preciso morir.”

“La promesa…” es, pues, mucho más que una tipología de tres adjetivos. Es un llamado a la acción para que “una juventud tonificada con una emoción de historia” se vuelque a la lucha, como lo hiciera valientemente el mismo Basadre, en las calles de la Tacna cautiva, desafiando a los matones que pretendían chilenizarla. Me pregunto quién está más cerca de aquel Basadre: el cómodo ministro en su despacho, o la juventud de Cajamarca y Cusco.

La promesa de la vida peruana, dice Basadre, no es la quimera del oro cajamarquino que animó a los conquistadores; ni una libertad abstracta que no se apoye en el progreso material. La promesa es el ideal realizable de “una vida sana, próspera, fuerte y feliz” con nuestros hermanos, en el extraordinario territorio que tenemos la responsabilidad de cultivar para nuestros hijos.

Fuente de la imagen.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva