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¿Por qué has pintado el monumento? (Teatro del absurdo)

Publicado: 2012-07-16

ESCENA: Miles de personas llenan la Plaza San Martín, como parte de una manifestación para protestar contra la violencia en Cajamarca. En el centro, junto al monumento al General San Martín, la reportera televisiva GISELA, está entrevistando a algunos manifestantes, mientras la cámara capta el momento en que la MUCHACHA pinta un graffiti con spray rojo. La cámara reproduce la frase completa “TE ELEGÍ PARA GOBERNAR, NO PARA MATAR”. MARIO (en off, desde el estudio del canal para el que trabaja GISELA) interrumpe la entrevista para hablar sobre el graffiti.

MARIO (En off): “Nosotros estamos observando, justamente, en estos momentos, Gisela, a estos jovenes quienes están pintando las paredes ahí con graffiti, hemos visto ahí, en las cámaras que han captado estas imágenes…”

GISELA: “Sí, Mario, justamente ahora estoy yendo hacia ese punto porque estábamos un poquito lejos. Vamos a ver si podemos ubicar a la señorita que ha pintado. (Pedagógica) Y eso, en realidad, no está bien, ¿no? Porque hay derecho para manifestarse, para reclamar, pero no para malograr ese monumento.”

MARIO (En off): “Exacto, es un monumento….”

GISELA: “¿La ubicamos? ¿Cuál es, la de chompa…?”

MARIO (En off - triunfante): “¡Ahí está! ¡Ella es! ¡Ella es: la muchacha que está con una camisa, con una blusa media rosada…”

GISELA: (Jadeante) “¿Porqué has pintado el monumento? ¿Porqué has pintado el monumento?”

LA MUCHACHA: (Sorprendida) “¿Ah? Me estoy manifestando contra el presidente.”

GISELA:  (Moralizante) “Pero estás malogrando un monumento histórico. Eso no está bien. ¿Te parece bien?”

LA MUCHACHA: “Bueno, ahora que me pongo a pensar, gracias a que somos personajes de una obra teatral imaginaria; la verdad, es que sí me parece bien.”

GISELA: “¿Cómo? ¿Te parece bien pintar un monumento?”

LA MUCHACHA: “Sí. Me parece bien. Entiendo que a ti te parezca mal porque viola una regla de ornato público, y porque mi acción rompe con la obediencia que se espera de todo ciudadano hacia esas reglas. Pero, como acción moral, me parece bien haber desobedecido esa regla, para seguir una más alta, que es la de ejercer una ciudadanía activa y reclamar a los gobernantes que cumplan con sus deberes.”

GISELA: “Esteeee… no sé qué decir. Mario, en la vida real los ampayes son más fáciles.”

MARIO (En off – astuto): “Gisela, pregúntale que dónde vive. Seguro que no viene de Cajamarca y está protestando por pura novelería.”

GISELA: “¿Dónde vives? ¿Vienes de Cajamarca?”

LA MUCHACHA: “No necesito venir de Cajamarca para expresar mi indignación por lo que ocurre ahí. Soy una ciudadana del Perú, y el Perú incluye a Cajamarca. Los cajamarquinos son mis conciudadanos, aunque yo no viva ahí. Por otro lado, perdóname que no te diga dónde vivo: a los periodistas les doy opiniones, no datos privados. Me imagino que como ustedes han confundido el periodismo con un espectáculo lleno de morbo por la vida privada de las personas, mi dirección te parezca un dato importante; pero no te la voy a dar.”

GISELA (nerviosa): “¡Ay! No, verás, en realidad, es para que la policía sepa dónde vives.”

LA MUCHACHA: “Entonces con mayor razón, pues, mamita. Me queda claro que ya casi no quedan periodistas y que la absoluta mayoría de ustedes se hayan convertido en dateros o urracas; pero que encima de todo sean informantes de la policía ya es como mucho.”

GISELA: “Pero es que has malogrado un monumento. Es algo gravísimo: deberías ser arrestada, juzgada y condenada a unos cinco años de cárcel, y reparación civil.”

LA MUCHACHA: “No me sorprende que pienses eso. Es posible que mi falta tenga una sanción. Las faltas al ornato sin duda son objeto de multas; tal vez, servicio a la comunidad, o algo parecido. Pero el orden legal se sustenta, entre otras cosas, en algo llamado proporcionalidad de las sanciones. Dime, si alguien que pinta un monumento recibe cinco años de cárcel; ¿qué pena merece quien dispara a matar a manifestantes? ¿Y qué pena merecen sus superiores, que dan las órdenes de matar y luego encubren a los asesinos?”

GISELA (preocupada): “¡Ay, mira, desconozco! Es que estas preguntas en la vida real no pasan…”

MARIO (en off): “Gisela, pregúntale que qué ha pintado. De repente se trata de consignas subversivas.”

GISELA (inquisitiva): “¿Y qué has pintado? ¿No sabes que está mal pintar sobre las frases históricas del General San Martín?”

LA MUCHACHA: “Te cuento lo que he pintado. (La cámara recorre los graffiti). Mira,  he escrito Te elegí para gobernar, no para matar. Y al costado de la declaración de independencia he escrito ¿Somos libres? El mensaje es claro: el trabajo de los gobernantes es defender los derechos de los ciudadanos, y –cuando surgen conflictos en la interpretación de esos derechos- su trabajo es asegurar que esos conflictos se resuelvan pacíficamente. Eso es la esencia de una sociedad libre: que cada ciudadano sea capaz de expresar sus intereses y negociarlos, y resolver cualquier conflicto en el marco de reglas justas, que respeten su dignidad y su integridad. La libertad, además, se basa en la soberanía del Estado frente a los intereses externos: si el Estado debe garantizar los derechos de sus ciudadanos, se sigue que debe protegerlos de los intereses de poderes externos. Por eso pregunto si somos libres: porque cuando veo lo que ocurre en Cajamarca, en Espinar, o en cualquiera de los lugares donde los ciudadanos que viven en el lugar expresan su disconformidad con los intereses o las prioridades de una compañía extranjera; lo que veo es que el Estado se alínea con la compañía extranjera, no con sus ciudadanos.”

GISELA (fastidiada de que le haya tocado el rol de tonta en esta obra): “Bueno, pero te darás cuenta de que lo que has hecho tiene consecuencias, ¿o no?”

LA MUCHACHA: “Sí, me doy cuenta. Sé que la protección del ornato público es una norma importante para mucha gente, y que han de valorarla incluso más que la protección de la vida de sus conciudadanos en Cajamarca. Intuyo, además, que pintar un monumento le dará pie a los funcionarios públicos más visibles del Perú a llamar por mi castigo. A mí me parece que la norma de la ciudadanía es superior a la norma de ornato público; pero es posible que al Presidente del Poder Judicial le parezca que el ornato público es un límite a la ciudadanía. Es también posible que el Presidente de la República, que no ha condenado el asesinato de cinco ciudadanos en Cajamarca, condene este acto. Es posible también que la alcaldesa de Lima, que está contra las cuerdas, zafe el cuerpo sobre la suerte de quienes seamos arrestados, y piense que su principal responsabilidad es el ornato. Todo eso es posible, y más: es probablemente inevitable.”

GISELA (triunfante): “¡Entonces, ya te diste cuenta de que te vamos a castigar!”

LA MUCHACHA: “Sí. Es inevitable. Vivo en un país en el que el castigo no se administra de acuerdo a la falta, sino de acuerdo a la persona. Cuando los fujimoristas pintarrajearon “El Ojo que llora”, que recuerda a 69,000 peruanos asesinados durante la guerra, nadie se tomó el trabajo de investigar y jalar la cuerda hasta los responsables. Pero a mí, no dudo que me castiguen. Y ya te imaginarás lo que pienso de que me castiguen a mí, pero no a uno solo de los policías que mataron a los manifestantes en Cajamarca.”

GISELA (frustrada): “Pero, entonces ¿por qué lo haces?”

LA MUCHACHA: “Porque es mi deber protestar, y porque a veces, protestar implica desobedecer. Porque a veces la torpeza de los jóvenes es un aprendizaje de ciudadanía. Porque desobedeciendo una regla que el poder esgrime como pretexto para ocultar su injusticia, afirmo una regla mayor. Porque estoy cansada de que protestar sea un delito, y porque me atemoriza que estemos en una sociedad de vigilantes, donde se reporta a las autoridades cualquier anormalidad en lo que hacen los de abajo, pero se celebre cualquier amoralidad de los de arriba. Porque, a fin de cuentas, yo no quiero vivir en una dictadura, sino en una democracia, y ¿sabes cuál es la gran diferencia entre una dictadura y una democracia?”

GISELA (cansada, harta y cooperativa): “¿Cuál?”

LA MUCHACHA: “Muy sencillo: en una dictadura, las paredes tienen oídos; en una democracia, tienen bocas.”

MARIO (en off): “¡Basta, basta! ¡Ahora, pasamos a un especial sobre las divas del pop!”

(FIN)


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva