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Dos “presidentes”

Publicado: 2012-10-03

Ambos eran presidentes, para sus seguidores:

Uno era el “presidente” de la “república popular de nueva democracia”, un poder seudoestatal imaginario impuesto a degüello, con asesinato aleve y bomba artera. El otro era el “presidente” de una “república” de fachada, con instituciones de opereta, impuesta con tanques en la calle, desapariciones, ejecuciones y tortura.

Ambos eran celebrados -en la ridiculez- por sus validos:

Uno, bien cebado por el poder y arrullado por los vapores del whisky, danzaba entre sus áulicos, que palmoteaban el ritmo de "Zorba el griego". El otro, rodeado por sus clientelas de camión y butifarra, esbozaba unos pasos de cumbia torpes, pero bien aplaudidos.

Ambos creían que el fin justificaba los medios, aunque éstos fuesen terroristas:

Para uno, la sociedad armónica, sin clases ni explotación, merecía que el pueblo –nunca él- pagase una “cuota” y cruzase un “río de sangre”: una carnicería que se presentaba con el eufemismo de "guerra popular prolongada". Para el otro, la sociedad del consumo y del chorreo, bien valía que otros –jamás él- pagasen un cierto “costo social” inevitable; así pasó en Chile, Ud. sabe.

Ambos rehusaban ensuciarse las manos:

Uno dictó escuelas militares, escribió planes, llevó minuciosa cuenta de atentados y matanzas, pero no consta que pegase un tiro, porque tenía otros para que asesinaran por él; el otro, repartió ascensos, envió felicitaciones, visitó cárceles clandestinas y ordenó con guiños y órdenes verbales muertes y torturas, pero tampoco consta que matase con sus propias manos, porque otros lo hacían por él.

Ambos eluden la responsabilidad por las órdenes que dictaron:

Uno dice que sus seguidores tuvieron “excesos, errores y limitaciones” inevitables en lo que de otro modo era un impecable proceso revolucionario; el otro dice que su política de paz y respeto irrestricto por los derechos humanos tuvo algunos lamentables “excesos aislados

Ambos fueron condenados en un juicio justo por las mismas razones:

Uno fue condenado por crímenes de lesa humanidad, por dominar  un aparato criminal y ser, por lo tanto, responsable de los actos de sus verdugos; el otro fue también condenado por crímenes de lesa humanidad, por ser el “hombre de atrás” de un aparato organizado, encaramado en el poder, con agentes siempre dispuestos a matar e incinerar.

Ambos tienen quien les limpie la sangre que dejaron en el camino:

A uno le afeitan 20mil muertes de su responsabilidad en “cálculos” que pretenden corregir una supuesta exageración de la CVR; al otro, igualmente, le arman un edificio de defensas mentirosas, acusando a la CVR de ser una conspiración y una estafa.

Ambos tienen seguidores fanatizados que tienen la política nacional secuestrada:

Uno es llamado con respeto “presidente” y “doctor” por un combo de ancianos inmorales y mocosos ignorantes, enarbolando como principal bandera su liberación; el otro es “presidente” e “ingeniero” de lo peor que jamás ha producido la política peruana, y que -desde su arresto en Chile- no hacen más que chillar inocencia, sin arrepentimiento alguno.

Ambos se alimentan y se sirven mutuamente:

Los dos pactaron en 1993 un “Acuerdo de Paz” que le dio, a uno, beneficios penitenciarios y gollerías y, al otro, un cuco funcional y servil que se podía agitar cada vez que fuera necesario. Se daban legitimidad mutuamente: uno reconocía al otro como "necesidad histórica", y el otro devolvía la amabilidad auspiciando reuniones del Comité Central. Ambos se han dado la mano para ridiculizar y estigmatizar a los defensores de derechos humanos. Ambos se han servido de políticos pusilánimes; de mercachifles de puestos; de amigos del pacto de hablar a media voz; de desorientados que se sienten en el derecho de perdonar en nombre de otros.

Ambos son, en fin, diosecillos gemelos de una mitología mediocre;  sur y norte en un mismo mapa de cobardías; principios integradores de un orden político basado en el desprecio y la mentira; anclas oxidadas de un Perú que debería ser pretérito, pero que todavía, desgraciadamente, somos.

La imagen corresponde al artista Luis Rossell.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva