#ElPerúQueQueremos

Otro bolero maroquero

Publicado: 2012-10-06

Andaba yo en Santiago; sólo por unos días. Solo. Por unos días.

El cielo sin estrellas; la luna escondida. Era una noche perfecta para ser un peruano que camina solo.

En las soledades breves, inevitablemente llega uno a donde llega todo el mundo. Y en Santiago, ese lugar es la amplia plaza que se abre frente a La Moneda.

En la plaza, la luz de los reflectores no buscaba, esa noche, las estatuas de los viejos presidentes, sino las ventanas de Palacio. Y ahí me encontré, entre miles de personas que esperaban algo, pero qué.

Y entonces ocurrió: se asomaban a las ventanas Ledo Ivo, Hans Magnus Enzensberger, una docena de poetas, uno a uno, en la única ciudad que conozco, donde miles de personas pueden encontrarse una noche por el puro gusto de escuchar poesía.

Los poetas aparecían por las ventanas de La Moneda, tal vez alguno apareció, medio exiliado, en una de las ventanas de la Intendencia, en la esquina de Morandé.

Y de pronto, una voz que por pisquera y faltosa no podía ser más que amiga; que se quejaba de la ventana siniestra en donde la habían metido: Toño, en el penúltimo piso de la Cancillería; abandonado como un peruano.

Ningún poeta estuvo más alto aquella noche. Masiva tortícolis en la plaza, y en los balcones de Moneda, por donde se asomaban los otros para escuchar al Toño mientras fumaba su ¡primer! cigarrillo del día y se preguntaba cómo así tantas almas habían venido a escuchar poesía. Cosas que nos sorprenden a los peruanos, pues.

Ningún poeta fue más alto aquella noche. Eso es todo lo que puedo decir. A las inmensas preguntas celestes no tengo más respuesta


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva