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La izquierda y su problema con los besos.

Publicado: 2013-02-25

Se ha generado una polémica a propósito de la actividad “Besos contra la homofobia”, organizada por el Movimiento Homosexual de Lima (MHOL), y llevada a cabo a medias –porque fue reprimida- el pasado sábado 23, en las inmediaciones de la Plaza Mayor de Lima.

Según indican dirigentes del MHOL, algunos allegados a la campaña del “No” les pidieron postergar la actividad hasta después de la revocatoria, para impedir efectos contraproducentes en una votación tan cerrada. Para el MHOL, el pedido es ofensivo y revela el poco compromiso de la gestión municipal con los derechos de la población LGBT. En respuesta, desde las izquierdas, se critica al MHOL por no tener en cuenta los tiempos politicos y tácticos. Recientes artículos de Veronica Ferrari y Carlos León Moya dejan clara la tensión.

¿Quién tiene razón? ¿Hay manera de encontrar un acuerdo entre la izquierda y el movimiento LGBT, o la alianza en cuestión es un espejismo?

Los hechos

Lo que ha ocurrido no parece estar en discusión, y ambas partes parecen reconocer algunos hechos fundamentales:

-          El proceso de revocatoria es una agresión de sectores politicos corruptos contra la gestión de Susana Villarán, alrededor de la cual se ha aglutinado, al menos durante esta coyuntura, una coalición política que va desde las izquierdas hasta el liberalismo.

-          Uno de los motores de la revocatoria es la homofobia: el discurso homofóbico y el activismo de algunos sectores evangélicos ultraconservadores ha sido central para justificar la revocatoria y lograr las firmas necesarias para implementarla.

-          La actividad “Besos contra la homofobia”, es un evento perfectamente provocador y perfectamente legal. Es provocador, porque intenta desnudar la intolerancia del sistema; y es legal, porque en un estado de derecho  no se debe impedir la libertad de petición y expresión.

El dilema

Para la izquierda (uso  “la izquierda” por comodidad, aunque sean varias pequeñas facciones), la falta de cálculo tactico genera problemas: la homofobia está presente hoy y lo estará en tres semanas, ¿por qué no postergar el evento, en vez de arriesgarse a efectos dañinos en plena campaña de revocatoria?

Para los activistas del MHOL, la demanda de mejor “timing” es la gota que derramó el vaso: no se sienten representados por una municipalidad que –denuncian- no hace lo suficiente por prevenir la violencia homofóbica. Postergar sus demandas es inaceptable y el pedido de la izquierda  revela una posible homofobia enclosetada.

Aunque el problema se plantea en terminos polares (y con un lenguaje de ruptura) no estamos hablando de algo especialmente nuevo: la lógica de una agrupación política es distinta de la de un movimiento social. Ninguno puede pretender hacer que el otro se adapte a su forma de acción.

Un movimiento social actúa con una lógica de demandas particulares, escogiendo sus formas de presión de acuerdo a su propia lectura de la situación. El movimiento LGBT no es una excepción. Un movimiento politico es generalmente una coalición de intereses. La izquierda pretende representar una alianza de todos los marginados por el sistema politico y económico, incluyendo a los sectores LGBT; pero como movimiento politico se rige por una lógica de eficiencia respecto a los resultados esperados y responsabilidad respecto a los efectos reales.

El problema

El choque entre ambas lógicas es inevitable, y puede ocurrir entre cualquier propuesta política y cualquiera de los movimientos sociales que intente representar. Pero el caso del choque entre la izquierda y los colectivos LGBT revela tres problemas serios:

-          La izquierda se siente cómoda criticando a los grupos LGBT por su falta de juicio táctico, pero no respecto a otros movimientos sociales, en particular, respecto a grupos con los cuales tiene una alianza más antigua: movimientos sindicales o regionales. La izquierda limeña le mete una cuadrada al MHOL, pero no recuerdo ninguna llamada de atención similar a la radicalización de la lucha antiminera en Cajamarca o el Cusco y sí, más bien, una militante solidaridad; incluso cuando las consecuencias de la confrontación incluyeron el derrumbe del gabinete Lerner, ciertamente más progresista que los que vinieron después. Ese doble rasero es preocupante, y tal vez revela que la izquierda –por su raigambre socialista y su desconfianza con el liberalismo- prioriza a la hora de enfrentarse a un problema de derechos humanos: no hay mayor problema cuando se trata de defender derechos económicos y sociales, pero los derechos “burgueses” de representación, asociación y expresión los entiende menos.

-          La izquierda asume que los movimientos LGBT no tienen alternativa: son tan marginales y estigmatizados que su único abogado posible en la esfera política es una propuesta política igualmente marginal y estigmatizada: la izquierda. Por eso les exige un poco más de disciplina táctica.

-          El diálogo entre ambas perspectivas es inexistente. Se asume, pero no se discute. Hay una aparente confluencia, pero poco trabajo programático. ¿Exactamente qué cree la izquierda que quieren los movimientos LGBT, y qué se compromete a defender? ¿Una plataforma minima de defensa contra la violencia? ¿Derechos civiles completos, incluyendo los que se refieren al estatus familiar? ¿La disolución del orden patriarcal con todas sus instituciones familiares y de propiedad?

Una loca… idea: ¿por qué no un partido LGBT?

En países como los EEUU, donde el sistema electoral fuerza al bipartidismo, es cierto que los movimientos LGBT no tienen alternativa política fuera del partido Demócrata. En el Perú, sin embargo, la izquierda hace mal si cree que los movimientos LGBT no tienen opción. El sistema electoral no está hecho para generar mayorías, sino para representar. La representación proporcional favorece que los partidos chicos tienten suerte.

El homofóbico ex-alcalde de Lima probablemente diría que esto es una loca… idea, y me temo que muchos activistas de izquierda concidirian con este idiota… adjetivo. Pero examinémosla antes de descartarla.

En el Perú, como han demostrado el Movadef, el candidato del helicóptero, los revocadores y muchos más, se pueden conseguir firmas para cualquier propuesta política, si es que hay una voluntad firme detrás. De hecho, entre las izquierdas, conformadas por al menos seis pequeñas facciones, una tiene inscripción electoral, lo que es una de las dificultades para que se pongan de acuerdo en generar un frente unido.

No dudo de las inmensas dificultades de tal idea. Pero creo que las de salir a recoger firmas para un partido LGBT no pueden ser mayores que las de besarse en el centro simbólico del poder, frente a una hueste de guardias de asalto; me parece además que puede tratarse de una campaña igualmente pedagógica;  y me parece -por ultimo- que en la soledad de la cabina de votación, una campaña parlamentaria LGBT podría tener efecto.

En otras palabras, si la izquierda no reconoce que el problema no son los LGBT sin táctica, sino una izquierda sin dirección, le va a pasar lo del proverbial camarón. Su penosa incapacidad para unirse, ya sea sobre una base programática o siquiera electoral, hace pensar que la unidad de criterio puede lograrse no antes de la próxima elección, sino después, a la hora de formar grupos parlamentarios.

La idea de un partido LGBT, incluso solo como idea, tendría, además un beneficio adicional: forzaría a los colectivos LGBT a poner en blanco y negro, en forma de propuesta electoral, el mismo ejercicio programático que se le demanda a la izquierda; sentarse a considerar una propuesta electoral, al menos como excusa para generar ideas, haría que se reconocieran con claridad las multiples posibilidades y tendencias que todo movimiento encierra e –incluso- la necesidad de pensar las cosas más tácticamente. Tal vez se llegaría a la conclusion que es una pésima idea; que  un movimiento social debe permanecer en la sociedad civil y que hay que renegociar la relación con la izquierda, o con los grupos politicos en general, pero el debate podría ser interesante.

Última idea

Ahí lo dejo, pero quisiera agregar solo una cosa: me causa problemas el intento de decirle a los movimientos sociales qué hacer en nombre de un objetivo mayor que esos movimientos supuestamente no pueden ver.  Así como hoy le jalan las orejas al MHOL por manifestarse antes de la revocatoria, en montones de países, se intenta amordazar a las víctimas de dictaduras y guerras civiles porque su exigencia de justicia pone en riesgo una transición o una negociación de paz.

Durante el velasquismo, el Partido Comunista “Unidad”, que controlaba la CGTP hizo lo más que pudo por controlar al movimiento sindical y estabilizar el proceso de reformas de la dictadura militar, y por esa línea perdió influencia entre los sindicatos más radicales, sin por ello impedir el retroceso de la “segunda fase”.

En suma, no dudo de la lógica política, ni de la necesidad de la táctica. Por supuesto que todo actor debe ser responsible de las consecuencias de sus actos, más allá de la performance inicial; pero hay que ser conciente de las limitaciones propias del tacticismo permanente. En los equilibrios y las tensiones, está el posible encuentro.


Escrito por

Eduardo Gonzalez

Descendiente del gitano Melquíades. Vendo imanes. Opino por mi y a veces por mi gato.


Publicado en

La torre de marfil

Blog de Eduardo González Cueva