Un conflicto muy lejano a nosotros. Respuesta al congresista Bruce
El congresista , haciendo eco, seguramente de un cierto sentido común, ha dicho que el Perú no debiera tomar medidas drásticas respecto al conflicto en Gaza, porque este es –aunque lamentable- “muy lejano a nosotros”.
¿Es, en efecto, el conflicto de Gaza muy lejano al Perú?
Vamos a asumir de entrada que al congresista Bruce, lamentablemente, parece no importarle aquello de que “…la muerte de cualquier hombre me disminuye”; es decir, la preocupación ética por la integridad de la especie humana. Al congresista esta dimensión universal de la solidaridad le debe sonar irrelevante para el problema práctico de un conflicto “lejano”.
Por supuesto, geográficamente, el conflicto de Gaza es “lejano” sólo en kilómetros. En términos de acceso, alguien podría tomar un vuelo en Lima y llegar a Tel Aviv mañana. Bastante más rápido de lo que le tomaría llegar desde Lima a algunos lugares de la Amazonía peruana. Pero, claro, de eso no está hablando el congresista; él se refiere a aquella lejanía de lo ajeno a nuestras circunstancias. ¿Qué se nos ha perdido en Gaza, para que nos preocupemos? Y, pase lo que pase por esos lares ¿en qué nos afecta?
El conflicto en Gaza y muchas otras situaciones que parecen lejanas nos afectan, y mucho.
En términos económicos, la inestabilidad en una región como el Medio Oriente puede tener consecuencias a escala global. La guerra del Yom Kippur de 1973, entre Israel y sus vecinos, motivó un embargo petrolero que multiplicó los precios del crudo por cuatro y causó un shock económico global.
Los costos de defensa que se elevan en regiones inestables, inevitablemente acarrean costos de oportunidad. Lo que se gasta en armamento no se puede gastar en desarrollo. El costo de la guerra de Irak, sólo en términos de los beneficios que Estados Unidos debe pagarle a los veteranos heridos, es de unos 500mil millones de dólares. Eso es veinte veces el costo anual de un programa mundial para proveer de antirretrovirales a toda la población afectada por el VIH-SIDA.
En términos legales, lo que se juega en una situación de ocupación y crímenes de guerra como los que ocurren en Gaza y Cisjordania es fundamental. Si los líderes israelíes siguen actuando con total impunidad, y se benefician de los dobles y triples estándares políticos, ¿qué autoridad van a tener las instituciones internacionales para que se respeten los derechos humanos en otros conflictos? ¿Con qué cara le van a decir a los colombianos, aquí en la vecindad, que acaben con la impunidad de los crímenes cometidos en su conflicto armado? Si un país puede ocupar unilateralmente un territorio que no le pertenece, en forma indefinida, desplazando a la población y creando colonias de sus connacionales, ¿qué hacemos si, la providencia lo impida, ocurren conflictos fronterizos en nuestra región y alguien decide imitar a Israel?
En términos políticos, la debilidad de las instituciones internacionales para poner fin a la violencia tiene consecuencias críticas para todo el mundo. Si la ONU, la Cruz Roja, los grupos regionales y las potencias no pueden interceder efectivamente, ¿cómo esperamos que gocen de la confianza de nadie cuando se necesite que medien en una crisis política en el barrio?
Además, como las potencias principales no pueden considerar “lejano” ningún conflicto, pronto toman partido y se crean bloques y tensiones de escala mundial que dificultan la cooperación entre naciones. En el centésimo aniversario de la Primera Guerra Mundial, no está de más recordar que aquella carnicería se inició no por un choque directo entre los principales contendientes, sino por un “lejano” atentado en una pequeña provincia.
Por último, los conflictos “lejanos” nunca mantienen su “lejanía”. En el caso de Medio Oriente, los pueblos en conflicto tienen poblaciones diaspóricas en todo el mundo, ciertamente en el Perú, y es en nuestro mejor interés evitar contagios de violencia como el antisemitismo o la islamofobia, que asolan ahora mismo otros países con comunidades judías y árabes.
La política internacional del país, afortunadamente, no depende de nociones simplistas sobre lo “cercano” y lo “lejano”. El Perú tiene una bien establecida trayectoria diplomática en su rechazo al colonialismo y en sus contribuciones a la paz en el Medio Oriente. Por si alguien lo olvida, el Ejército Peruano contribuyó honorablemente al mantenimiento de la paz en el Sinaí luego de la guerra del Yom Kippur.
Al llamar a nuestro embajador a consultas simplemente expresamos preocupación y afirmamos las prerrogativas que nos caben como miembros plenos de la comunidad internacional. El Perú –aunque los políticos hagan lo posible para convencernos de lo contrario- es un país, no una marca, o un club; y como tal tiene responsabilidades que asumir.